miércoles, 31 de agosto de 2011

¡Papi dice que debo leer… pero yo quiero ver la “tele” con él!


La letra con sangre entra Francisco de Goya, 1780 - 1785.





¡Papi dice que debo leer… pero yo quiero ver la “tele” con él!

Elvin Marily Sánchez D´Anna

Universidad de Carabobo Valencia - Venezuela elvinmarilysanchez@hotmail.com

Resumen

"En múltiples ocasiones los niños son exhortados a leer como parte de un castigo y no como actividad de placer, esto los aleja cada vez más de tan vital labor. Ordenamos, se haga la lectura, pero nunca mostramos con nuestra actitud ese “supuesto amor” por los textos. La conducta habla por sí sola y nuestros pequeños simplemente copian patrones. Mientras vemos la “tele” le pedimos al niño que realice su lectura, él sólo deseará practicar tu actividad. ¿Estará en nuestras manos que los niños se conviertan en potenciales lectores? El adulto es clave en el desarrollo de ese proceso, somos promotores de lectura como símbolo de aburrimiento o disfrute, nosotros marcaremos la diferencia. Tenemos la responsabilidad de que los niños sean objeto de engaño o críticos veraces que puedan defenderse de todos, seres inmanipulables con criterios propios y originales. ¡Un triunfador!

Palabras clave: niño, lectura, castigo, placer, adulto, actitud


¡Estoy muy enojado contigo! ¡Ya está bueno de juegos! ¡Te irás a estudiar!

¡Te portaste mal! ¡Ahora mismo te encerrarás en tu cuarto y leerás este libro! ¡Más te vale que lo hagas y prestes atención porque más tarde te interrogaré sobre la lectura!


Mensajes como estos son muy comunes en la mayoría de los hogares, convertimos la lectura no sólo en un deber, sino en un castigo, sin saberlo, estamos alejando a nuestros niños de ella, pareciera que la idea de cada adulto, padre, madre, hermano mayor, fuese tener que decirle siempre al menor lo que tiene o debe hacer, pero es visto sólo como eso, un deber, el mismo que está obligado a cumplir como y cuando se le pida y no precisamente como y cuando le plazca.

Un niño no es una máquina a la que se le puede programar para que haga todo exactamente como el adulto desee, y mucho menos si se trata de lectura. El infante por muy chico que sea es un ser único, pensante, con sentimientos, individualidades, destrezas, gustos particulares, capaz de tomar decisiones por sí solo. Él es un individuo que necesita ser tomado en cuenta y escuchado, pues también, como otros, tiene cosas importantes que decir u opinar, tiene deberes, ¡es cierto!, pero de la misma forma posee derechos, que la mayoría de las veces son violados por los adultos que lo rodean.

Jesualdo (1982) confirma de alguna manera la teoría freudiana a cerca de que “la mentalidad más atrasada de la raza reaparece en cada niño”, principio de corroboración según la cual en todo hombre existe una dualidad natural, es decir, por un lado, la adulta, que busca a través de todos los medios regular su conducta y su pensamiento respondiendo a una serie de exigencias sociales; por el otro, la infantil, a la que una supervisión muy estricta limita al silencio, sin embargo, se desborda el peligro latente de que, sin lugar a dudas, explote la actitud del niño reprimido en un determinado momento.

El pecado ha estado en nosotros todo el tiempo, esa forma particular en la que le comunicamos al niño una idea o le llamamos la atención por algo que quizá consideramos una falta, funciona en diversas ocasiones como el trampolín que impulsa al pequeño a tomar una actitud de rebelión. Frecuentemente se reclama, se reprende y se castiga, pero casi nunca se pregunta el porqué de la situación, por qué lo hizo o por qué lo dijo. ¡Reflexionemos un poco, a lo mejor nos hemos equivocado! Sin embargo, si tienes la oportunidad de corregir tu error, hazlo ahora mismo, no esperes más. Date cuenta de que tu pequeño requiere de una mano que lo guíe. Eres su patrón a seguir, su modelo, ¡no su verdugo!

Si tú no lees, pero en cambio le pides a tu hijo que lo haga, seguramente no lo hará, y si lo hace, será por obligación. O si por el contrario, lees muchísimo, pero la lectura se convierte en un obstáculo de comunicación entre tu hijo y tú, pues tampoco lo hará. En otras palabras, una casa puede estar llena de diversos textos y quizá todos los familiares podrían ser buenos lectores, pero si ninguno acostumbra a realizar comentarios sobre sus lecturas, no divulga una opinión o dan una información importante o exclusiva, y además el niño vive oyendo un constante –“ahora no puedo, estoy leyendo”–, se sentirá desligado de la actividad, pero también se sentirá rechazado, por ello percibirá la lectura como una gran muralla entre los adultos que lo rodean y él (Gasol y Aránega, 2000).

Abrid una colección: leed un cuento no con los ojos, sino en voz alta; inmediatamente os apercibiréis que vuestra voz, como si hubierais dado la nota, toma el tono, el acento, el paso del narrador. El texto que contáis no es un texto fijo y muerto, sino que lleva consigo el movimiento y el sonido de la palabra viva (Jesualdo, 1982).

El principio de la literatura, la oralidad, las narraciones, han sido la luz que ha unido a los hombres desde la era primitiva dentro de un mismo círculo de sensaciones de generación en generación, todo inicialmente sin ayuda de la escritura, tiempo después esas historias logran fijarse con la aparición de la lengua escrita que inmoviliza y perpetúa su hermosura.

Entonces, si desde el inicio de la historia de la humanidad la clave es la oralidad y “el pensamiento del hombre primitivo se recrea en la mentalidad del niño”, ¿por qué nos empeñamos en guardar comentarios, opiniones o ideas que puedan surgir al término de una lectura que podría incentivar a otros a la actividad de leer, en especial a los niños que poseen la magia viva de soñar, imaginar y curiosear? Seguramente después de una conversación atractiva el niño sienta la inquietud de hojear el libro.

Es evidente que para mejorar y acelerar el proceso de lectura en nuestro más preciado tesoro (los niños), debemos comenzar por detectar y reconocer qué estamos haciendo para suavizarles la tarea. Sería conveniente saber si les estamos otorgando las herramientas necesarias para que él como crítico y libre de escoger sus propios textos de lectura, pueda desarrollar destrezas, hacerse más inteligente y creativo, sin obviar la mejora progresiva que implica la metacognición dentro de su propio proceso de lectura. Es decir, tendríamos que cuestionarnos algunos asuntos: ¿Le estamos dando al niño el espacio físico y el tiempo adecuado para desarrollar su proceso de lectura? ¿Permitimos que el niño tenga la libertad de escoger el tema de lectura que más le apetezca, le interese o quizás necesite para el momento? ¿El debutante cuenta con un ambiente propicio para transformarse en un excelente lector? ¿Dejamos que los niños se sientan libres a la hora de comunicar o no las impresiones u opiniones sobre la lectura? ¿Hemos sido capaces de respetar el ritmo individual de cada uno en el desarrollo de su proceso de lectura? ¿Estamos ofreciéndole la variedad de textos necesaria para que el pequeño escoja cuál leerá esta vez? ¿Evaluamos de manera adecuada esas competencias únicas e individuales en la trayectoria de su propio proceso de lectura? (Gasol y Aránega, 2000).

Podría hacer una gran lista de preguntas y reflexiones al respeto, pero no podría exponer acá todos los casos, se requeriría de un estudio más detallado y amplio para abordar el tema.

La pedagogía actualmente con su frialdad, con su aridez y su tan mencionado practicismo, presenta todos los caracteres que apuntan hacia “una caza del niño”, una metodología cruel para manipular la infancia y formar individuos que tienen dentro una inocencia y una libertad castrada. Perdidamente, todo, es la consecuencia de querer transformar el “paisaje natural del pequeño” en el mundo que rodea a los adultos (Jesualdo, 1982).

¿Cuál es el propósito que persigue el padre, la madre, el maestro, en fin, el adulto con su empeño en que el niño lea? Lógicamente, educarlo o instruirlo pero, ¿se ha pensado en divertirlo alguna vez con el texto? El niño es audaz: Las obras basadas en instrucciones por lo general le molestan, únicamente les tomará cuando tenga que cumplir con una actividad inevitable. Los libros educativos suelen ser otra pesadilla, de forma inmediata el pequeño reconoce en cada historia características o elementos que no representan su realidad sino otra (para educarlo). Pero, aunque muchas personas piensen que poner en sus manos un texto divertido que le permita sentir gozo y pueda distraerse es perder el tiempo, tendrá que probarlo, nada está más lejos de la realidad, porque como bien lo expone el autor, estas obras son las que realmente responden a los intereses y necesidades del niño (incluyendo las psicológicas).

Cuando un niño no lee por placer, porque le atrajera una historia o porque le gustara un tema, es relevante que con ayuda del adulto pueda aprender a identificar el objetivo que persigue con su lectura, es decir, que el niño sepa cuál es el propósito de leer ese texto. Son muchos los posibles objetivos y estos pueden ser determinados por el lector mismo o ser impuestos por un agente externo. Jamás su lectura, ni la de nadie será igual mientras se lee la prensa, una tira cómica, una revista, una historia fantástica, un tema “x” de su interés o simplemente para cumplir una tarea de colegio o para presentar un examen (Ríos, 2001). Lamentablemente, la mayoría de nuestros niños leen por motivos académicos solamente, puesto que, es difícil observar a un pequeño dejando de lado su rato libre de juego o de ver la televisión para internarse en la biblioteca de la casa en busca de un libro, y mucho menos, –“ mientras mamá ve la telenovela, mi hermano mayor escucha música a volumen alto y papá chequea el automóvil”–. Resultaría ya acostumbrado escuchar desde el fondo de la casa a cualquiera gritando al niño preguntón, que seguramente estará en edad de querer saber más sobre ese mundo que resulta tan grande para él, – “vete a estudiar, no molestes, estoy ocupado”– que es básicamente a lo que se ha hecho referencia en los párrafos anteriores.

¿Tu hijo no lee? ¡Revísate!

Pero imaginemos ahora todo lo contrario:

Antes de “idealizar” la situación, haré un paréntesis para comentar algunas generalidades sobre el individuo normal y pensante de este cosmos.

El ser humano está expuesto a innumerables situaciones, las mismas influyen directa o indirectamente en el desarrollo de todas las actividades que puedan manifestarse o desencadenarse en la propia vida, claro está, sin soslayar la importancia de las individualidades dentro de cada proceso, y esta dependerá de las competencias y capacidades innatas y adquiridas de cada uno.

Para hacer cualquier cosa en el mundo, por muy simple o compleja que sea, siempre es necesario aplicar métodos, técnicas, estrategias, procesos, que sirven como plataforma de entrada al logro de los objetivos, Desde hacer una simple receta de cocina hasta discutir un tema sobre química nuclear, requiere de una serie de pasos, los mismos que a su vez permitirán alcanzar el fin propuesto.

Así pues, no es la lectura un caso excepto de este patrón, también para ella hace falta la ejecución de un procedimiento. Ninguna de las lecturas que haga una persona va a desarrollarse bajo un mismo procedimiento. Cada lectura será única y los pasos a seguir no serán iguales, se aplicarán diversas estrategias, no siempre las mismas o no en el mismo orden, todo dependerá de las necesidades propias que tenga el usuario en cada lectura, de cuán complejo o simple sea el texto. Por otro lado, influye el entorno, el espacio que rodea las condiciones mínimas que el individuo exige como tal, entonces todo está preparado para alcanzar el éxito.

Y es justamente acá donde retomaremos el punto que veníamos desarrollando, ¡vuelvo a insistir!, los niños. Ese semillero que pronto ha de convertirse en una gran arboleda, si logramos enriquecer la semilla obtendremos plantas hermosas que alcanzarán su desarrollo pleno y traerán consigo los mejores frutos.

Pensemos que las condiciones para el niño están dadas: motivación, interés, entorno y competencia lingüística. Podrá observar cómo el infante, primero que nada procederá a familiarizarse con el texto, observará de manera detallada toda su estructura, apariencia física, portada, contraportada, título, imágenes, el tamaño de la letra, el tipo de letra, distribución del contenido del texto, entre otras cosas. Luego se dirigirá a establecer sus objetivos de lectura, el para qué y el por qué leer el texto. Una vez que el niño inicia su lectura, dependiendo del tipo de texto, comenzará a escoger, probablemente de forma inconsciente, las estrategias que necesita aplicar para su comprensión. Se valdrá de todo tipo de métodos, releerá cuando sea pertinente o pasará por alto algún detalle que no domine para ser estudiado con detenimiento posteriormente. Buscará dentro de sí o en una fuente externa las respuestas a las dudas planteadas (una de las fuentes más comunes es buscar las respuestas en los adultos). El niño que inicia sus pasos como “buen lector” siempre perseguirá la comprensión, aprendizaje y satisfacción a través de la lectura.

Éstos, ahora niños, mañana adultos, podrían manejar la lengua a su antojo, y así tendrías la plena confianza de que tu hijo siempre buscará estar en la cumbre más alta. Inevitablemente volará a nuevos y extensos horizontes, abrirá las puertas que lo conducirán al éxito absoluto, porque sólo alcanza el logro aquel que se atreve a curiosear entre unas páginas, que podrían ser el motor que impulse desenfrenadamente la ambición del saber, del intelecto, de la cultura y del placer.

Frutos preciosos cuyo sabor indescriptible te llevará al éxtasis, éxtasis que sólo tiene lugar cuando se disfruta de algo sin caer jamás en desdén ni vicios, siempre pensando y sintiendo que podemos ir más allá y ¿por qué no?, ellos también, esos niños preciosos que logran fácilmente sus objetivos cuando creen y están seguros de poder hacerlo, quedará de nosotros brindarles la oportunidad de hacer realidad ese sueño, permitirles ser hombres y mujeres críticos, capaces de construir un mundo nuevo a su alrededor, con la libertad que aporta saber manejar una lengua a favor de sí mismo ¿y qué mejor forma de dominar una lengua si no es teniendo contacto directo con ella? ¡Déjenlos que sean!, que piensen, que critiquen, que sientan, que produzcan y den lo mejor de sí, sólo de esta manera lograremos ayudarlos para que en el futuro tengan el control de sus vidas y sus decisiones.

Además como lo expresaría Cadenas (2001), el desconocimiento de la lengua para un hombre... “lo convierte en presa de embaucadores, pues la ignorancia lo torna inerme ante ellos y no lo deja detectar la mentira en el lenguaje”...

Y de manera profunda siento y creo que absolutamente nadie querrá que sea su hijo objeto manipulable de otros.

Es importante tener claro que para el niño que apenas comienza en el mundo de la lectura, el libro no cobra la relevancia y la fuerza con que el adulto lo concibe, este sólo representa un nuevo elemento en su mundo e indudablemente nos corresponde a nosotros los adultos, venderles de la mejor manera posible una historia escrita que podría representar el inicio de un rechazo eterno por los textos o la atracción perfecta por la lectura. Está en nuestras manos llenar ese primer contacto con todo nuestro amor, cariño y creatividad para enamorar al pequeño de tan majestuosa actividad.

BIBLIOGRAFÍA

1. Cadenas, R. (2002). En torno al lenguaje. Caracas: Monte Ávila Editores.

2. Gasol, A. y Aránega, M. (2000). Descubrir el placer de la lectura. España: Edebé.

3. Jesualdo. (1982). La literatura infantil. Buenos Aires: Losada, S.A.

4. Ríos, P. (2001). La aventura de aprender. Caracas: Cognitus


--------------------------------------------------------------------------------

© 2011 Universidad de los Andes

Universidad de los Andes. Nucleo Universitario La Liria . Facultad de Humanidades y Educación, Edificio A, Piso 2. Oficina del PPAD. Telefono (58-274) 2401870. Fax: 2401870

educere@ula.ve



Imagen:
La letra con sangre entra Francisco de Goya, 1780 - 1785. Óleo sobre lienzo • Neoclasicismo 19,7 cm × 38,7 cm Museo de Zaragoza, Zaragoza, España.

La letra con sangre entra fue pintado por Goya entre 1780 y 1785 y se conserva en el Museo de Zaragoza (España).

“En esta obra Goya realiza una crítica al sistema educativo de su época mostrando una pequeña escuela en la que el maestro aparece sentado a la izquierda con un perro a sus pies mientras azota a un alumno con las nalgas al aire e inclinado para recibir el castigo. A la derecha se distinguen otros dos alumnos que acaban de recibir el castigo mientras otros se enfrascan en sus tareas”.

Fuente:
http://es.wikipedia.org/wiki/La_letra_con_sangre_entra





No hay comentarios:

Publicar un comentario