viernes, 3 de febrero de 2012

Nicholas Carr: “El interés de Google, tanto ideológico como económico, es mantenernos en un estado de distracción perpetua.”




Nicholas Carr: “El interés de Google,
tanto ideológico como económico, es
mantenernos en un estado de
distracción perpetua.”


En su último libro Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?
el periodista estadounidense Nicholas Carr indaga sobre el efecto que vivir en la
red ha tenido sobre nuestras memorias, nuestra capacidad de concentración y la
forma de concebir la cultura. Aquí, una reseña del libro y una entrevista con el
autor.

POR ANDRÉS HAX - ahax@clarin.com


"Si usted no pertenece a la generación de los nativos digitales pero ha
estado usando Internet por diez años o más es posible que sufra de los siguientes
síntomas: inhabilidad para concentrarse por largos períodos de tiempo (por ejemplo para leer un libro); lapsos preocupantes de desmemoria; impaciencia general. Si es así, es recomendable que lea el libro Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con
nuestras mentes?, recientemente publicado en Argentina, y donde el periodista
especializado en tecnología Nicholas Carr explica cómo estos síntomas son resultado
directo de participar en la sociedad en red. A partir de este análisis se amplía a dibujar una crítica cultural mucho más salvaje, por la que afirma que estamos entrando en una “nueva ética intelectual".

Aunque Superficiales está repleto de fascinantes anécdotas históricas (por ejemplo:
cómo la manera de pensar y escribir de Nietzsche cambió al empezar a usar una máquina
de escribir) y científicas, junto con amenas divagaciones personales del autor hay, en su centro, una respuesta al por qué del fenómeno de la distracción inducida por Internet. Tiene que ver con recientes descubrimientos de neurólogos sobre cómo funciona la memoria. Específicamente, la respuesta está en cómo las diferentes maneras que actúan nuestras memorias a largo plazo versus las de corto plazo. La explicación minuciosa ocupa un capítulo entero del libro de Carr, pero una síntesis se puede ver en el siguiente párrafo:

Cuando almacenamos nuevos recuerdos a largo plazo, no limitamos nuestros poderes
mentales. Los fortalecemos. Con cada expansión de nuestra memoria viene una
ampliación de nuestra inteligencia. La Web proporciona un suplemento conveniente y
convincente para la memoria personal, pero cuando empezamos a usar Internet como
sustituto de la memoria personal, sin pasar por el proceso interno de consolidación, nos arriesgamos a vaciar nuestra mente de sus riquezas.


Este capítulo, llamado Busca, memoria y el antecedente, La iglesia de Google, son el
corazón de Superficiales. En el primero, Carr hace un magistral resumen sobre la
historia de la ciencia de la memoria y un análisis de cómo el uso de Internet puede alterar, físicamente, la construcción interna de nuestros cerebros. En el capítulo sobre Google, explica el modelo de negocios de esta extraordinariamente poderosa empresa y también cuales son sus planes para el futuro. Esto es fundamental porque, por ahora, Google domina arrasadoramente el paisaje de Internet. Además, el funcionamento de Google (su buscador y todos sus emprendimientos desde Google Books a Google Earth) fomenta nuestra tendencia a la disctracción porque eso es lo que le conviene: más páginas vemos, más avisos pueden vender; y también más información pueden cosechar sobre nuestrós hábitos online.

La tercera parte excepcional del libro está en sus notas y lecturas recomendadas. De esos títulos uno se podría armar un seminario sobre la historia de la lectura, de la tecnología, el cerebro y el libro.

Superficiales no es un libro apocalíptico, pero sí suena una fuerte alarma. Carr (nacido en 1959) estudió literatura en la universidad pero estuvo involucrado apasionadamente –de manera personal– con el auge de la PC y con Internet. No desprecia los mundos que se pueden abrir con un buen uso de la Red. Pero, en su visión más pesimista, la cultura de Internet es radicalmente opuesta a la cultura del libro. Y la cultura del libro –señala reiteradamente Carr en su libro– es lo que construyó la ética intelectual en la que hoy vivimos. Si cambiamos esa por una nueva ética de fragmentos, de lo audiovisual por encima del texto, por la memoria relegada a dispositivos externos… ¿qué pasará entonces? Sólo se puede especular. Pero el pronóstico es oscuro.

Carr contestó, por correo electrónico, unas preguntas de Ñ Digital. (Respondió al pedido inicial de la entrevista en menos de cinco minutos):

Su libro traza los comienzos de una "nueva ética intelectual". Siempre resalta
un perfil optimista de los fenómenos que describe pero en su corazón ¿piensa
que estamos entrando en un periodo cultural oscuro?


A pesar de todos sus beneficios, no creo que Internet —o los medios digitales en general— sean sanos para la cultura. La tecnología enfatiza la eficiencia, la conveniencia y la velocidad. Pero el desarrollo cultural requiere atención, calma y contemplación. La red fomenta el consumo rápido, lo cual es antitético a la creación de una cultura rica.

Usted es un lector de literatura. ¿Hay un novelista que haya logrado
representar esta era de la Red, tanto en el contenido como en la forma de su
obra?


En cuanto a la forma, creo que el fallecido David Foster Wallace capturó en su prosa algo de la fuerza abrumadora de sobrecarga mediático que sufrimos y cómo eso nos lleva a ser consumidores de información. En cuanto al contenido, dos novelas recientes que he leído —A Visit from the Goon Squad, de Jennifer Egan y Super Sad True Love Story, de Gary Shteyngart— ambas se conciernen con las consecuencias de la Red para nuestras vidas interiores. Ninguno de estos libros, tendría que agregar, es optimista sobre el futuro de la escritura y la lectura serias.


Google ha aplicado el "taylorismo" a nuestras conciencias y la ambición de esa
empresa es nada menos que crear la inteligencia artificial. ¿Tendríamos que
aterrorizarnos por Google?


No creo que debiéramos aterrorizarnos por Google, pero sí preocuparnos por la empresa y su poder. Google tiene una mirada estrecha sobre las posibilidades del intelecto humano; una que no tiene en cuenta las alegrías del pensamiento meditativo y solitario. Y esta inclinación se refleja en los servicios que provee. Esta en el interés de Google, tanto ideológico como económico, mantenernos en un estado de distracción perpetua y distraídos por corrientes entrantes de información. Google no quiere que nos desaceleremos y seamos pensativos.

¿Después de diagnosticarse con un problema de atención debido a la Red,
tomó algunas medidas para atacar los síntomas?

Cerré mis cuentas de Twitter y Facebook y he intentado limitar mi uso de la Red, pero no he sido del todo exitoso en eso. El hecho es que la presunción de conectividad constante ya es parte de las normas sociales y es difícil extraerse de este imperativo tecnológico. Ya no es un tema de elección personal.

Después de publicar su último libro, Kevin Kelly dijo que sería el último libro
impreso que publicaría. ¿Se ve diciendo lo mismo en algún momento?


Desde ya, espero que no.

¿Vislumbra un momento en el futuro en cual la tecnología será autónoma?

No veo ningún signo que indica que la tecnología se está acercando a la autonomía. Si
sacas a todos los seres humanos de la Tierra, en poco tiempo todas nuestras tecnologías dejarían de funcionar. Siguen siendo completamente dependientes de nosotros. Mi miedo no es que las tecnologías tomen comando, sino que mientras nosotros –los seres humanos–nos volvamos más dependientes de las tecnologías para comunicarnos y para pensar, nos vamos a convertir en algo más parecido a las máquinas y menos como los humanos. Entonces, en ese sentido, seremos formados por las herramientas que usamos, como sucedía en el pasado.


Fuente: http://www.editorialtaurus.com/uploads/ficheros/libro/sala-prensa/201106/sala-prensa-superficiales.pdf

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